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El calor de febrero y la lluvia son una combinación pegajosa. El chabón tiene puesta una musculosa azul, empapada, víctima de los aluviones del barrio. Marca corcheas y semicorcheas al aire. Toca el botón para bajar del bondi como si fuese el platillo. Una señora regordeta, teñida de colorado y con un paraguas marrón, está sentada frente a él. Le señala la campera que se olvida colgada de la ventana. El chabón de la musculosa empapada no interrumpe el show, y mientras agarra lo olvidado levanta el pulgar a su salvadora y desciende nuevamente al mar de cemento. Cómplice, una señora mayor le hace un comentario a la regordeta y ambas ríen. Una tercera se suma a la carcajada. Ninguna se conoce. Pero me da risa verlas reír de aquel personaje que quizás ahora se está ahogando.

Mayo, 2018.